¡Tantos riesgos!
Reseña del informe del Banco Mundial sobre administración de riesgos
La capacidad para enfrentar los riesgos es más importante para el bienestar de los individuos y para el éxito de las empresas que su monto de ingresos o de ventas. La vida está llena de riesgos, sea enfermedad, pérdida del empleo, crimen, desastres naturales, crisis financieras, pérdida de un ser querido, y tantos otros.
Puesto que el hombre es un animal de costumbres, las mejoras permanentes en su vida no le producen mayor bienestar, pero las pérdidas sí le generan grandes sufrimientos. La magnitud del daño que puede causarle a alguien un riesgo cualquiera depende de qué tan severo sea el shock que lo origina: por ejemplo, qué tan contagioso y mortal es un virus durante una epidemia. Pero además depende del entorno, por ejemplo la densidad de población y las condiciones previas de salud del sitio donde uno vive. Y, por supuesto, depende de las condiciones personales, como la capacidad inmunológica, y las medidas que tome el individuo para evitar contagiarse. Y si, en últimas, uno se enferma, el daño dependerá de los cuidados que reciba de otros y de la disciplina con que siga las indicaciones médicas hasta recuperarse plenamente.
Como el impacto de los riesgos depende de tantas cosas que es difícil entender y aprender, y depende también de cómo se organicen la familia, la comunidad y los gobiernos para responder a las perturbaciones y para recuperarse de los infortunios, la capacidad de manejar riesgos es un indicador muy completo del desarrollo de los países.
Los países latinoamericanos ocupan posiciones medias en su grado de preparación frente a los riesgos, según el informe que acaba de publicar el Banco Mundial con el título Riesgo y Oportunidad: La Administración del Riesgo como Instrumento de Desarrollo. Chile y Uruguay son los dos únicos países latinoamericanos que tienen un nivel de preparación sustancialmente por encima del promedio mundial, mientras que Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay están por debajo del promedio.
América Latina ha aprendido a manejar los riesgos de origen macroeconómico, que hace unas décadas eran fuente continua de sufrimiento porque la inflación, el desempleo y las crisis fiscales y bancarias arrasaban con los ingresos y los ahorros de la gente. La región también ha tenido grandes avances en reducir los riesgos de salud por enfermedades contagiosas, insalubridad y falta de servicios básicos de salud. Sin embargo, se han recrudecido otras fuentes de riesgo. La incidencia de desastres naturales, que ha aumentado en las dos últimas décadas en todas las regiones del mundo como consecuencia del cambio climático, en América Latina prácticamente se duplicó. Y la tasa de homicidios, que ha tendido a moderarse en casi todas las regiones, en América Latina aumentó ligeramente en promedio en la década del 2000 y es, por mucho, la mayor del mundo.
Como ocurre con cualquier riesgo, la inacción en estas áreas probablemente es la peor opción. Como enfatiza el Banco Mundial, en vez de responder en forma no planificada e improvisada cuando se produce una crisis, es esencial tener una estrategia proactiva, sistemática e integrada para hacerle frente a los riesgos crecientes de los desastres naturales y de la inseguridad. No basta con detectar los riesgos, es preciso además saber dónde están los obstáculos que impiden tomar las acciones públicas y privadas que se requieren. Puesto que los individuos solos no pueden encarar los riesgos que implican los desastres naturales o la inseguridad, debe haber una acción compartida por los distintos niveles de la sociedad, desde los hogares hasta la comunidad internacional. Y el liderazgo para que esto ocurra debe surgir de los gobiernos nacionales, pues de ellos depende que se genere el entorno propicio para que cada parte asuma su responsabilidad y para que se pueda brindar apoyo a los individuos y familias más vulnerables.
