Sobre riesgo y cisnes negros en mercados emergentes
Los mercados emergentes son especialmente vulnerables a una variedad de riesgos domésticos y externos. Este artículo desarrolla un marco para clasificar dichos riesgos basándose en su predictibilidad y, por ende, su asegurabilidad. Mostramos que a medida que aumenta la probabilidad de eventos relativamente grandes (es decir, a medida que las colas de la distribución subyacente se hacen más pesadas), se vuelve más difícil asegurarse contra dichos riesgos. En el caso extremo en el que los países enfrentan riesgos con colas lo suficientemente pesadas o eventos verdaderamente impredecibles y de alto impacto (es decir, cisnes negros), solo se puede contar con mayor resiliencia y ayuda ex-post.
Con frecuencia alarmante, los informes de política económica, la prensa financiera, y altos funcionarios de organismos multilaterales nos advierten de una tormenta perfecta que podría impactar los mercados emergentes. Esta tormenta perfecta podría incluir varias debacles políticas e institucionales, shocks económicos externos (por ejemplo, caídas en los precios de las materias primas, un costo creciente de la deuda externa, y una desaceleración de la demanda externa de los principales socios comerciales), y mayor frecuencia de desastres naturales (por ejemplo, huracanes, terremotos, y tsunamis). Nuevos instrumentos de mercado pueden ayudar a los países en desarrollo a asegurarse contra dichos riesgos en forma parcial o completa. Siempre que sea posible, asegurarse contra malos resultados a través del mercado tiende a ser más barato que autoasegurarse mediante ahorros precautorios o mecanismos similares que acarrearían altos costos de oportunidad. Clasificar riesgos basándose en la capacidad de los países para asegurarse contra ellos debería ayudar a los encargados de las políticas públicas a crear carteras de gestión de riesgos más sólidas.
De Riesgos Predecibles a Cisnes Negros
En un estudio reciente del Banco Mundial (Vegh et al., 2018), clasificamos los diferentes tipos de riesgos enfrentados por los mercados emergentes basándonos en el grado de predictibilidad que implican sus distribuciones probabilísticas subyacentes.
Como lo indica el Gráfico 1, distinguimos entre riesgos predecibles (es decir, eventos con distribuciones probabilísticas conocidas) y riesgos impredecibles (es decir, eventos con distribuciones probabilísticas no conocidas). Este último tipo de eventos es comúnmente llamado “cisnes negros”, siguiendo el influyente trabajo de Taleb (2007) y otros. [1]
En contraste con los riesgos predecibles, los cisnes negros no son asegurables debido a su naturaleza impredecible. Un buen ejemplo es el de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Nadie podría haber predicho el día 10 de septiembre del 2001 que ocurriría un atentado de tal magnitud al día siguiente. Un terremoto de alta intensidad que azotara la ciudad de Nueva York sería igualmente impredecible. Para minimizar el impacto de eventos tan tremendos e impredecibles, los mercados emergentes solo pueden contar con la construcción de mayor resiliencia mediante, por ejemplo, mayor eficiencia en la seguridad nacional y diplomacia, un marco más fuerte y amplio de primeros auxilios, mejor infraestructura, y códigos de construcción antisísmica. El despliegue rápido de la ayuda ex-post es otro componente clave del arsenal de los mercados emergentes contra los cisnes negros.
Como se muestra en el Gráfico 1, los riesgos predecibles son divididos entre riesgos con distribuciones subyacentes de tipo normal (riesgos Tipo I) y riesgos con distribuciones de cola pesada (riesgos Tipo II). [2] En el caso de riesgos Tipo I, todos los momentos de la distribución están bien definidos. Por ejemplo, la distribución normal (el riesgo Tipo I por excelencia) está completamente caracterizada por sus dos primeros momentos: la media y la varianza. Esto implica que el riesgo ex-ante puede ser completamente cuantificado, lo cual posibilita la compra de seguros completos y relativamente baratos. Las distribuciones asociadas con riesgos Tipo II fluctúan desde las q-gaussianas, con forma de campana (similar a la distribución normal pero con colas más pesadas), hasta las distribuciones de ley de potencias, en las que una parte importante de la distribución cae debajo de las colas. Los riesgos asociados con distribuciones de colas pesadas son, típicamente, más difíciles y costosos de asegurar.
Riesgos Tipo I y Tipo II
Veamos ahora algunos ejemplos concretos de ciertas distribuciones asociadas con riesgos Tipo I y Tipo II que enfrentan los mercados emergentes. Si bien muchos fenómenos naturales, como la estatura humana (Gráfico 2, Panel A), están bien caracterizados por una distribución normal, lo mismo no ocurre para variables económicas. Una posible excepción es la cantidad de lluvia en países altamente dependientes de exportaciones agrícolas y/o lluvia para la generación de energía hidroeléctrica, como Uruguay (Gráfico 2, Panel B). En este caso, incluso eventos de cola extremos (por ejemplo, lluvia fuerte y continua por un mes entero) no cambiarían fundamentalmente las características ex-ante de la distribución. Uruguay debería, por lo tanto, poder asegurarse fácilmente contra sequías y/o recortes de energía utilizando instrumentos de mercado tales como derivados financieros. De hecho, en el 2014, el gobierno uruguayo emitió una opción de compra basada en un índice de precipitaciones como disparador y barriles de petróleo como activo subyacente. [3]
Muchos riesgos financieros pueden ser considerados como Tipo I cuando se trata, en realidad, de riesgos Tipo II. El Gráfico 3 (Paneles A y B) ilustra dos ejemplos claros: los rendimientos del índice bursátil Dow Jones y los cambios porcentuales en el precio del petróleo. Si bien ambas distribuciones parecen seguir la típica forma de campana, el número relativamente alto de eventos extremos bajo las colas implica que podemos rechazar la hipótesis nula de que siguen una distribución normal. Como resultado, la valuación de un seguro contra shocks en el precio del petróleo (por ejemplo, una opción de venta para un exportador de petróleo como México) asumiendo una distribución subyacente de tipo normal, como es usual en el conocido modelo de valuación de Black-Scholes, puede conducir a sorpresas desagradables y costosas. [4] A modo de ejemplo, mientras una distribución q-gaussiana predeciría que un evento como la Gran Depresión ocurriría cada siglo, una distribución normal predeciría que dicho evento ocurriría solamente cada 10 millones de años (es decir, nunca).
Ningún profesional en la industria de venta de derivados puede darse el lujo de ignorar la posibilidad de un evento como la Gran Depresión o como el colapso de 1987. Vegh et al. (2018) muestran, en un contexto de equilibrio general, que añadir aversión al riesgo o asumir distribuciones subyacentes de colas pesadas se traduce en altas primas para el precio de las opciones en comparación con los resultados de la fórmula de Black-Scholes. [5] Si bien la fórmula de Black-Scholes todavía se utiliza como punto de referencia para la valuación de opciones, los agentes financieros parecen entender que existe un sesgo en esta formulación y típicamente se observan primas de riesgo en los precios de mercado con respecto a los precios de Black-Scholes. Dejando las primas de riesgo de lado, los mercados internacionales de derivados representan una oportunidad potencialmente buena para que los mercados emergentes se aseguren contra estos riesgos. La cobertura mexicana contra los precios del petróleo, la más grande de su tipo en el mundo, provee un buen ejemplo. Desde el 2001, México ha gastado, en promedio, 0,1% del PIB cada año para la adquisición de opciones de venta contra caídas abruptas en el precio internacional del petróleo. México ha ejecutado esta opción en el 2009, 2015, y 2016 con ganancias de 0,5, 0,6, y 0,3% del PIB, respectivamente.
Colas Pesadas
En el otro extremo de riesgos Tipo II, encontramos distribuciones en las que la probabilidad de que un único evento de cola extremo cambie los momentos ex-ante de la distribución muestral no es despreciable. El Gráfico 4 ilustra dos ejemplos importantes para muchos mercados emergentes: (i) reversiones grandes y repentinas de entradas de capitales internacionales (es decir, sudden stops) en el Panel A, y desastres naturales (ejemplificados mediante terremotos) en el Panel B. Estos riesgos parecen seguir distribuciones de ley de potencias donde, a diferencia de la distribución normal, la probabilidad de eventos de cola cae lentamente en relación con el tamaño de los mismos.
En términos generales, cuanto más pesada la cola, menor la cantidad de momentos finitos que muestra la distribución. Para ilustrar este punto, el Gráfico 5 muestra las colas de una distribución de ley de potencias en escala logarítmica, donde el exponente de la función de densidad de probabilidad, α, captura la pendiente de la cola. Cuanto mayor es α, más empinada es la pendiente y más rápido cae la probabilidad de los eventos de cola grandes. Por ejemplo, las distribuciones q-gaussianas tienen colas de potencias con un α relativamente grande, lo que significa que sus medias y varianzas están bien definidas. A medida que α se hace más pequeño, como es el caso para terremotos y sudden stops, menor la cantidad de momentos que son finitos. Dado que las distribuciones de algunos de estos riesgos podrían no tener media y varianza bien definidas, podría ser muy difícil asegurarse contra ellos. De hecho, no parece existir un seguro de mercado efectivo contra, por ejemplo, sudden stops.
Bonos Catastróficos
En términos de asegurabilidad, las buenas noticias son que el progreso continuo en los mercados de seguros ha permitido recientemente que los países emergentes accedan a un seguro parcial contra desastres naturales a través de los llamados bonos catastróficos. Un buen ejemplo de ello es el bono catastrófico (bono cat) para la Alianza del Pacífico (AP). En febrero del 2018, el Banco Mundial emitió un bono catastrófico que provee seguro colectivamente por 1,36 mil millones de dólares en protección contra terremotos en los países de la AP: Chile, Colombia, México, y Perú. Esta es la mayor transacción de seguro de riesgo soberano jamás realizada y la segunda emisión más grande en la historia del mercado de bonos catastróficos. El bono es vendido a inversionistas a una prima, y tanto el principal como los cupones de interés restantes no son repagados en caso de que ocurra un terremoto. En términos del costo, Vegh et al. (2018) muestran que crear un portafolio de países expuestos a terremotos muy poco correlacionados reduce el costo del bono cat de la AP. Por lo tanto, añadir otros países como Turquía, Pakistán, o Indonesia a futuras emisiones de bonos cat podría reducir aún más el costo del seguro.
En este contexto, el Banco Mundial podría jugar un rol importante no solo en la transferencia de riesgo de los países hacia los inversionistas internacionales, sino también en la mediación entre un conjunto tan diverso de economías emergentes. De más está decir que estos esquemas de aseguramiento solo proveen un seguro parcial hasta el monto del principal del bono, que es típicamente insuficiente para cubrir todos los costos de una gran catástrofe. Como ya hemos mencionado, en estos casos el seguro necesita ser complementado con ahorros precautorios, resiliencia, y fondos ex-post.
Conclusiones
Comprender la naturaleza de los riesgos enfrentados por los mercados emergentes es crucial cuando se trata de hallar el mejor tipo de respuesta. Con dicho fin, hemos dividido los riesgos entre “riesgos predecibles” y “riesgos impredecibles”. El aseguramiento ex-ante solo es posible para riesgos con distribuciones conocidas y su disponibilidad disminuye al bajar el grado de predictibilidad. Las buenas noticias son que la tecnología de aseguramiento ha evolucionado tremendamente en las últimas décadas. Hoy en día, incluso riesgos de “colas pesadas” como los desastres naturales, pueden ser enfrentados (si bien de manera parcial) con seguros ex-ante. Un mejor entendimiento de los riesgos subyacentes enfrentados por los mercados emergentes debería conducir hacia un portafolio de herramientas de aseguramiento más efectivo y eficiente en un futuro no muy distante.
Referencias:
Black, F., y M. Scholes (1973). “The Pricing of Options and Corporate Liabilities,” Journal of Political Economy, Vol. 81, pp. 637-654.
Borland, L. (2002). “A Theory of Non‐Gaussian Option Pricing,” Quantitative Finance, Vol. 2, pp. 415-431.
Merton, R.C. (1973). “Theory of Rational Option Pricing,” Bell Journal of Economics and Management Science, Vol. 4, pp. 141-183.
Taleb, N.N. (2007). The Black Swan: The Impact of the Highly Improbable (New York: Random House).
Vegh, C.A., G. Vuletin, D. Riera-Crichton, J.P. Medina, D. Friedheim, L. Morano, y L. Venturi (2018). Sobre Incertidumbre y Cisnes Negros: ¿Cómo Lidiar con Riesgo en América Latina y el Caribe? (Informe semestral de la Oficina del Economista Jefe de América Latina y el Caribe, Banco Mundial). (https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/30478)
Nota: Traducción de la versión original en inglés (On Risks and Black Swans in Emerging Markets) publicada el 14 de noviembre del 2018 en VOX (https://voxeu.org/article/risk-and-black-swans-emerging-markets).
1.Hasta 1697, los europeos pensaban que todos los cisnes eran blancos. Luego, en una expedición a Australia, descubrieron, para su sorpresa, que también existen cisnes negros (véase Taleb, 2007 para más detalles).
2. Existen, por supuesto, numerosas distribuciones posibles detrás de los riesgos Tipo II. En aras de la brevedad, nos enfocamos en dos de las distribuciones más comunes: la q-gaussiana y la de ley de potencias.
3. La opción de compra uruguaya basada en precipitaciones comenzó en enero del 2014 y terminó en junio del 2015 (el gobierno no ejecutó la opción).
4. Véase Black y Scholes (1973) y Merton (1973).
5. Véase Borland (2002).
