¿Son más honestas las mujeres políticas que sus homólogos masculinos?
Este articulo fue inicialmente publicado en el Blog del Banco Interamericano de Desarrollo - Ideas que Cuentan, el 4 de Abril del 2018.
Varios estudios indican que las mujeres políticas son más honestas que sus homólogos masculinos. Pero Ugo Troiano y yo pudimos demostrar el fenómeno con evidencia convincente en un estudio publicado que compara alcaldes y alcaldesas en Brasil.
Observamos que no solo era menos probable que las alcaldesas incurrieran en prácticas de clientelismo y en irregularidades administrativas, como contratos basados en estrategia electoral. Sino que además ellas fueron mejores a la hora de proporcionar bienes públicos a sus electores y, al mismo tiempo, era menos probable que fueran reelegidas.
Analizamos 723 elecciones municipales en Brasil en donde una mujer se enfrentó a un hombre en contiendas por la alcaldía durante 2001-2004 y 2005-2008, y nos centramos particularmente en cerca de 400 elecciones en las que las contiendas estuvieron muy estrechas. Esto se hizo en municipios con características similares, en donde podía ganar un hombre o una mujer y donde podíamos percibir los efectos de tener una alcaldesa mujer versus un alcalde hombre.
Observamos que era notablemente menos probable que las alcaldesas participaran en prácticas cuestionables. Los alcaldes que buscan ser reelegidos en Brasil, por ejemplo, suelen contratar a muchos trabajadores temporales. Se trata de que dichos trabajadores voten para reelegir al alcalde, dado que su trabajo depende de ello. Pero en nuestro estudio, observamos que las alcaldesas contrataron entre un 10% y un 13% menos trabajadores temporales durante un año electoral que sus homólogos masculinos. También es menos probable que las alcaldesas incurran en irregularidades, incluyendo prácticas ilegales de contratación, que podrían ser usadas por los políticos para adjudicar contratos a empresas a cambio de aportes para sus campañas. De hecho, analizando auditorías federales, descubrimos que los municipios gobernados por alcaldesas tenían entre un 29% y un 35% menos probabilidades de incurrir en conductas corruptas.
A la vez, las alcaldesas consiguieron mejores resultados que sus homólogos masculinos. En un sistema en que la asignación de recursos es descentralizada en gran medida, los municipios gobernados por alcaldesas lograron ligeramente mejores resultados de salud al lograr que las mujeres asistieran a controles prenatales y tuvieran partos naturales (no prematuros). Cabe destacar que, a diferencia de sus homólogos masculinos, las alcaldesas lograron atraer un 60% más en transferencias del gobierno federal para inversión de capital de todo tipo – esto es significativo en un país en el que las transferencias federales conforman cerca de dos tercios del presupuesto municipal.
Aun así, las mujeres no pudieron hacer uso de ese rendimiento superior a fin de lograr mayores donaciones para sus campañas. Esto podría deberse a que se negaron a aceptar coimas e incurrir en otros esquemas ilegales a cambio de respaldo electoral. O podría estar ligado a un factor no relacionado, como la creencia de los donantes de que las mujeres tienen menos probabilidades de ser reelegidas. Pero resaltan las discrepancias: durante los períodos que analizamos, las alcaldesas recibieron entre un 30% y un 55% menos aportes para sus campañas, y sus probabilidades de ser reelegidas estuvieron cerca de 20 puntos porcentuales por debajo de las de sus homólogos masculinos.
Está claro que nuestro estudio se centra únicamente en la contienda electoral entre hombres y mujeres. Y no nos indica si las mujeres tendrían resultados superiores en ámbitos con un sistema de cuotas para mujeres políticas. ¿Seguirían las mujeres obteniendo mejores resultados que los hombres tanto en honestidad como en liderazgo en ausencia de esa contienda entre géneros? ¿Acaso la competencia per se aumenta las diferencias entre géneros? ¿Veríamos los mismos resultados en países con diferentes actitudes hacia la mujer que aquellas que imperan en Brasil? Todas estas son áreas a tener en cuenta en futuros estudios.
Lo que está claro es que nuestro estudio sigue la línea de otros estudios de todo el mundo que indican, por un lado, que es menos probable que las mujeres políticas participen en corrupción y, por otro lado, que ellas realizan un mejor trabajo a la hora de proporcionar bienes públicos que sus homólogos masculinos. Tal vez lo mejor sea dejar que psicólogos, sociólogos y otros intérpretes de la cultura y el género expliquen este notable hecho. Pero el fenómeno parece real.
