El retorno a un crecimiento anémico en América Latina: ¿Una motivación para un nuevo comienzo?

Keyword: 
Economic growth
Topic: 
Macroeconomics - Economic growth - Monetary Policy

La recuperación en América Latina es más rápida de lo esperado. La actividad económica retomó la senda de la recuperación en la segunda mitad del año, tras la interrupción debida al repunte de casos en muchos países. Comparado con nuestra proyección de Junio, la previsión de crecimiento para 2021 para seis de las  grandes economías de la América Latina, que representan el 85% del PIB, se ha visto revisada al alza al 6.5%, con revisiones significativas para los seis países.

La pregunta es, ¿más allá de este rebote, llevará este repunte a una senda sólida de crecimiento y de expansión económica a América Latina? Las previsiones de la OCDE sugieren que no. Las economías se desaceleran fuertemente en los próximos dos años con un crecimiento anémico medio de 2.7% para 2022 y 2.3% en 2023 (Ver tabla). Mientras la media de las economías de la OCDE crecerán a un 3.9% de promedio en 2022 y un 2.5% en 2023. El crecimiento en América Latina se quedará un 5.5% por debajo del crecimiento proyectado antes de la pandemia. Esto significa un retroceso significativo en los niveles de vida de los latinoamericanos.

Los nubarrones

La inflación se ha acelerado significativamente desde los niveles históricamente bajos de 2020. Este repunte generalizado en la región, que afecta en algunos países inclusive a la inflación subyacente, ya ha llevado a subidas de las tasas de interés oficiales por parte de la mayoría de las autoridades monetarias. Las presiones sobre los precios provienen de varias fuentes y difieren entre países, incluyendo las interrupciones por el lado de la oferta, precios más altos de la energía, el traspaso de un tipo de cambio más débil y, en cierta medida, la mejora de la demanda interna debido al apoyo por parte de la política fiscal y el avance de la vacunación. Nuestras expectativas de inflación para finales de 2023 están cercanas a los objetivos de inflación de las autoridades monetarias, pero no se puede descartar el riesgo de que un repunte que se presentaba predominantemente transitorio se vuelva más persistente y se requieran ajustes más acusados de las tasas de interés en algunos países.

Otra dificultad a la que se enfrenta la región son las tensiones sociales y la incertidumbre política. No podemos olvidar las protestas sociales en varios países latinoamericanos, el descontento por una economía que no crece lo suficiente para satisfacer las demandas y expectativas de los ciudadanos y por una alta desigualdad que si bien ha disminuido en la última década todavía es excesivamente alta. La pandemia ha añadido más incertidumbre y pobreza por lo que el riesgo de inestabilidad social seguirá siendo alto. Además, la región se enfrenta pronto a varias elecciones (Chile, Colombia, Costa Rica y Brasil) en un contexto político polarizado. Esta situación previsiblemente dificultará la búsqueda de consensos para las reformas amplias y sustantivas que son necesarias y aumentará el riesgo de una menor inversión en la región.

La desaceleración económica en China es también un riesgo para la región. Muchos países dependen de la demanda de materias primas por parte del gigante asiático. China es una de las primeras destinaciones para las exportaciones de materias primas de varios países de la región.

Finalmente, existe la posibilidad de un nuevo repunte epidémico, a pesar del progreso en materia de vacunación.

A Futuro: ¿Que prioridades para las políticas públicas?

Muchas economías de la región entraron en la pandemia con una deuda elevada, tanto privada como pública, un margen fiscal limitado y, algunos países, una exposición significativa a la deuda denominada en moneda extranjera. La deuda pública en la región ha aumentado significativamente con la crisis y esto ha llevado a un deterioro de las calificaciones crediticias en varios países de la región. De momento las bajas tasas de interés internacionales están facilitando la financiación de la deuda, pero los aumentos de precios, especialmente en EE. UU., aumentan la probabilidad de subidas de las tasas de interés y los países de la región se tienen que preparar para ello. Cuando las tasas aumenten, los costos del servicio de la deuda aumentarán, limitando aún más el margen fiscal. En el peor de los casos, este aumento de tasas podría provocar una salida abrupta de capitales, poniendo en peligro la estabilidad financiera y depreciar las monedas en América Latina, exacerbando las presiones inflacionarias, amenazando la recuperación, especialmente donde ya es frágil.

A la luz de estas preocupaciones sobre la sostenibilidad fiscal y los niveles de deuda, varios países de la región comienzan a ajustar sus finanzas públicas. Sin embargo, la forma en que se llevan a cabo estos ajustes, tanto en términos de tamaño como de composición, es clave. Será importante salvaguardar la inversión pública y no repetir los errores del pasado. Muchas veces los gastos de capital han sido las primeras víctimas de los ajustes, en parte debido a la rigidez de otro tipo de gastos. Esto sería un problema en un contexto donde la inversión pública es ya de por si insuficiente para apuntalar el crecimiento económico y donde hay necesidades estratégicas en las que la inversión pública tiene que apoyar la inversión privada. Un ejemplo es la necesidad de reforzar la inversión en estrategias de digitalización, y otro la transición hacia una economía sustentable.

Una gran preocupación es que la pandemia haga retroceder años de progreso social. América Latina fue la única región del mundo que experimentó una disminución significativa de la desigualdad en la primera década y media del siglo XXI. Para revertir de manera duradera el aumento de la pobreza y la desigualdad de ingresos qua ha traído la pandemia y evitar que se convierta en permanente, hará falta un mayor y mejor gasto en protección social, salud y educación, que en la mayoría de los países solo puede financiarse con ingresos públicos adicionales. En América Latina, los ingresos tributarios son bajos con respecto al tamaño de la economía (22,9% del PIB en 2019, muy por debajo del promedio de la OCDE de 33,8%), con la excepción de Argentina y Brasil. A lo largo de la región, hay espacio para reducir las exenciones tributarias, evitar los tratamientos preferenciales y luchar contra la evasión y elusión fiscal para aumentar la progresividad efectiva de los impuestos, sobre todo los impuestos de la renta. También será importante repensar la financiación de la seguridad social, que en muchos países eleva el costo de la mano de obra formal y fomenta la informalidad.

Para atajar sus problemas fiscales los países también pueden gastar mejor y derrochar menos recursos públicos. Por ejemplo, en muchos países las transferencias sociales se podrían orientar mejor hacia los hogares más vulnerables, haciendo un mayor uso de innovaciones financieras digitales. Asignar más gasto a las primeras etapas de la educación (preescolar y primaria) permitiría cerrar las brechas educativas de manera más eficaz y a menor costo. Muchos sistemas de pensiones de la región tienen componentes regresivos que deben reformarse para reducir las iniquidades y al mismo tiempo proteger la sostenibilidad fiscal. Otra área es la contratación pública donde se podría prevenir mejor la corrupción y desarrollar procesos más agiles que podrían también aumentar la eficiencia del gasto público.

Fortalecer el marco institucional fiscal, incluyendo las reglas fiscales y los consejos fiscales independientes también ayudaría a incrementar la credibilidad en la sustentabilidad de las finanzas públicas y permitiría ganar tiempo para reformas fiscales más sustantivas. En concreto, varios países de la región tienen consejos fiscales independientes (como Brasil, Chile o Perú) o lo han legislado y deben implementarlo (como Colombia y Costa Rica). Varios de esos consejos podrían tener más impacto si tuvieran más recursos y  equipos más grandes adaptados a sus mandatos. La experiencia de la OCDE es que estos consejos, cuando son independientes y tienen recursos suficientes, ayudan a la sostenibilidad de las finanzas públicas mejorando la transparencia y la gestión de las finanzas públicas.

La mejor manera de predecir el futuro es creándolo. América Latina tiene que avanzar en reformas que son impostergables si la región quiere un futuro mejor que su pasado.   


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