Guerra civil, democratización y subdesarrollo en Centroamérica

Keyword: 
Economic Policy
Topic: 
Macroeconomics - Economic growth - Monetary Policy

El Siglo XX fue un período de pocos avances y mucho estancamiento en Centroamérica.  Aunque cayeron las dictaduras de antaño –el logro más importante de la región–, las elites fueron incapaces de compartir el poder, imponiéndole enormes costos a la mayoría de las sociedades del istmo.  La deformación del Estado fue la causa principal de las guerras civiles del pasado y su atraso sigue siendo la principal causa del subdesarrollo de la región, como lo analizo en un libro reciente

Con excepción de Costa Rica, los sistemas políticos de la región fueron autoritarios hasta los años ochenta.  El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua fueron dictaduras más del 80 por ciento del tiempo entre 1900 y 1980 (según taxonomías de regímenes políticos ampliamente aceptadas). En Panamá el sistema político más común era semi democrático, es decir, un sistema donde los derechos individuales no siempre eran respetados y donde las elecciones no eran la única forma de llegar al poder.  Solamente en Costa Rica se construyó, a lo largo del siglo XX, un sistema donde el estado llegó a respetar los derechos de sus ciudadanos, incluyendo el derecho de elegir a sus gobernantes.  

Estos sistemas fueron, para usar el término acuñado por Enrique Baloyra, “despotismos reaccionarios.” Fueron despotismos porque no permitieron elecciones competitivas para sus presidentes ni diputados. Fueron reaccionarios porque legislaban a favor de los intereses agro exportadores.  Los dictadores o juntas militares en estos sistemas promovieron las políticas de bajos impuestos y mínimo gasto social preferidas por los grandes exportadores de café y banano.  Estos regímenes prohibieron las críticas a las políticas de laissez faire, e impidieron en la práctica el surgimiento de proyectos alternativos que habrían permitido ampliar el número de beneficiarios  del comercio internacional. 

Una comparación de indicadores sociales y económicos revela progresos limitados y las debilidades de combinar el autoritarismo con un desarrollo basado en un estado minimalista.  Por un lado, las condiciones sociales estaban mejorando (levemente) o siendo (marginalmente) menos intolerables. En el año 1980, una mayoría de los adultos de cada país – un promedio de 70 por ciento – había aprendido a leer y escribir, una mejora de casi 10 puntos porcentuales desde 1960. En 1980, más del 92 y 85 por ciento de adultos costarricenses y panameños, respectivamente, podían leer o escribir. En 1980, la expectativa de vida promedio en Centroamérica era de 66.5 años, un avance de 10 años desde 1960.  Con expectativas de vida de 75 años en Costa Rica y 72 años en Panamá, estos dos países se aproximaron a los niveles de los países desarrollados. La tasa de mortalidad infantil bajó a la mitad en promedio en la región– de 82.6 a 40.9 muertos por mil nacimientos vivos – entre 1960 y 1980, pero en El Salvador, Guatemala, Honduras, y Nicaragua siguió siendo sustancialmente mayor que en los demás países. 

Por otro lado, únicamente en Costa Rica las políticas sociales compensaron a amplios sectores de la sociedad en la medida que creció su economía.  Su desarrollo fue acompañado por una reducción  importante de la pobreza: entre 1950 y 1980, los pobres disminuyeron de 50 a 25 por ciento de la población costarricense, según el Programa del Estado de la Nación y Región.  Aunque la ausencia de cifras comparables impide el cálculo de los niveles de pobreza en el resto del istmo para ese mismo período, los datos disponibles sugieren que los costos sociales del autoritarismo fueron altos. En 1980, la primera fecha para la que existen datos comparables, un promedio de 62,8 por ciento de centroamericanos vivían en la pobreza, una tasa casi dos veces más alta que la media latinoamericana.

Cabe destacar que el país con el estado más grande –Costa Rica– también creció por encima del promedio tanto mundial como latinoamericano, según las cifras de Angus Maddison.  Si el promedio mundial de crecimiento anual del PIB per cápita fue 2,7 por ciento entre 1950 y 1975, la economía de Costa Rica, como la de Panamá, creció a un promedio anual de 2.9 por ciento.  Todas las otras economías, salvo una, crecieron menos de 2 por ciento anualmente.  El boom económico de la posguerra fue, en general, mediocre, reflejando los límites de un modelo de desarrollo basado en la exclusión social y política.

La excepción fue Nicaragua, que entre 1950 y 1975 creció 3 por ciento por año. Pero este buen crecimiento llegó a su fin con la revolución que liquidó el somocismo y redujo el PIB per cápita en casi 25 por ciento entre 1977 y 1979.  La guerra civil entre los sandinistas y los contras, junto al mal manejo de la economía por parte de los sandinistas durante los ochenta, le costó al país otro 35 por ciento del PIB per cápita. Así se convirtió en la economía más pobre del continente. 

Las sociedades centroamericanas pagaron un costo elevado para liquidar sus dictaduras anacrónicas en situaciones de adversidad económica.  Las economías de El Salvador y Guatemala perdieron 20 por ciento del PIB per cápita durante los ochenta.  Las otras tres economías sufrieron las consecuencias de problemas originados en la caída drástica de los precios de sus exportaciones a finales de los setenta.  Las economías de Costa Rica y Panamá dejaron de crecer durante la década perdida y su PIB per cápita cayó 3 por ciento. Honduras perdió 12 por ciento de su PIB per cápita.  La transición a la modernidad además quitó la vida a más de 300,000 centroamericanos, la cifra más escalofriante de todas. 

¿Ayudaron las reformas del Consenso de Washington?  Sí y no.  Si por tales reformas se refiere a políticas de ajuste, la respuesta es que la devaluación y políticas conexas sí ayudaron a resolver una severa crisis en la balanza de pagos a finales de los años setenta y principios de los ochenta.  Esta crisis fue el resultado de una fuerte caída en el precio del café, fenómeno que, según Victor Bulmer-Thomas, costó tres décadas de crecimiento del ingreso per cápita en El Salvador y Nicaragua, dos décadas en Honduras, una década en Costa Rica y media década en Guatemala.  Los términos de intercambio negativos golpearon a la región justo cuando la lucha por el poder se había vuelto violenta.   

Pero la respuesta al interrogante es más bien negativa si se refiere a las políticas destinadas a mejorar la competitividad de la región.  La tasa de crecimiento del PIB per cápita desde 1990 no ha excedido la del periodo entre 1950 y 1975 en ningún país.  En Nicaragua y Panamá, han descendido de 3,0 y 2,9 a 0,9 y 2,3 por ciento entre el primer y segundo periodo.  Y solamente las economías de Costa Rica, Panamá y parcialmente la de El Salvador han experimentado aumentos notables en su productividad.

Estos hechos y sus legados son parte del presente y del futuro de la región.  Ellos indican que, salvo unos casos, la mayoría de los países del istmo no han logrado crear instituciones para compartir los beneficios de sus vínculos con la economía global.  La tarea de crear un estado que fomente el desarrollo y promueva el bienestar social es un asunto pendiente para la región. 


*Fabrice Lehoucq es profesor asociado en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Carolina del Norte (Greensboro).  Este ensayo está basado en su última obra, The Politics of Modern Central America: Civil War, Democratization, and Underdevelopment.  Su pagina web es: www.uncg.edu/~f_lehouc.

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